Desde hace 32 años, el 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Cada año se elige un tema concreto desde la Federación Mundial de Salud Mental para la conmemoración de este día. En esta ocasión, el elegido ha sido «Es hora de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo«. Por lo general, el trabajo ocupa una parte considerable de nuestro tiempo y, como tal, tiene un impacto directo en nuestro bienestar emocional. Aprovechemos este día para poner el foco en esta cuestión y reflexionar un poco al respecto. Pero… antes me presento:
Soy Inés Rosillo, psicóloga por la Universidad de Granada. Actualmente me encuentro en la recta final del Máster de Psicología General Sanitaria por la UNED. Considero que la Psicología es mi pasión desde que comencé a dar mis primeros pasos formándome en ella y descubrí que es la ciencia que estudia por qué nos comportamos como lo hacemos. Cuánto más aprendo más me apasiona, supongo que eso es lo que me ha traído hasta aquí… Pero volvamos al tema de hoy…
La salud mental y el trabajo
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), la salud mental “es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental.”
De esta forma, su influencia se extiende a todas las áreas de nuestra vida, incluyendo el trabajo.
La relación es bidireccional, es decir, tener problemas de salud mental influirá directamente en nuestro rendimiento y entorno laboral, a la misma vez que muchos factores relacionados con el trabajo pueden poner en riesgo nuestra salud mental.
De hecho, hay muchas cuestiones que pueden convertirlo en una fuente de malestar. Algunas de ellas son: la precariedad e inseguridad laboral, el estrés y sobrecarga, la dificultad para conciliar, el acoso laboral o sexual por parte de compañeros/as o superiores, la falta de autonomía o la brecha salarial.
La barrera del estigma
A pesar de la creciente conciencia sobre la salud mental, todavía persiste un estigma en torno a su discusión, especialmente en el trabajo.
Muchos empleados y empleadas temen que hablar sobre sus problemas de salud mental los acabe etiquetando y afecte a su carrera. De hecho, según la Confederación de Salud Mental de España (2024), el 37,9% de las personas con algún diagnóstico psicológico ha experimentado discriminación en el trabajo y sólo un 12,9% comparten sus problemas de salud mental con sus compañeros y compañeras.
Estos datos resultan bastante alarmantes, teniendo en cuenta que la discriminación y el aislamiento contribuyen a empeorar la situación personal de quien lo sufre. Además, este silencio perpetúa la idea de que tener problemas de salud mental es algo que se debe esconder, alimentando también la creencia de que estos temas no tienen cabida en los espacios profesionales.
Todo esto no sólo repercute a los empleados y empleadas, sino también a la propia empresa. La falta de apoyo para quienes enfrentan estos desafíos puede resultar en altos niveles de absentismo, baja moral y un aumento de la rotación de personal.
Además, las bajas por motivos psicológicos se han duplicado en siete años, aumentando las bajas de los jóvenes un 90% desde después de la pandemia. Así, la OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que cada año esto le cuesta a la economía mundial 1.000 millones de euros.
Mirando hacia al cambio
En el Día de la Salud Mental, es fundamental recordar que cuidar nuestra salud mental no solo es una responsabilidad personal, sino también colectiva. Es importante que protejamos y cuidemos tanto nuestra salud mental como la de los demás. Aunque esto debe ser así en cualquier ámbito, ponerle consciencia resulta especialmente importante en el trabajo, un lugar donde existen tantos factores de riesgo.
Priorizar nuestra salud mental supone establecer límites entre el tiempo laboral y el personal, ser flexible y paciente con uno/a mismo/a, realizar descansos adecuados… Pero también cuidar de nuestros compañeros y compañeras, fomentando un entorno seguro en el que la empatía y el respeto promuevan el bienestar psicológico de todo el personal.
El trabajo no debe costarnos la salud mental, así que exigir entornos laborales más humanos y empáticos es un acto de autocuidado y responsabilidad colectiva.
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