Las preocupaciones son algo que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, porque creemos que con ella podemos cambiar las cosas que nos hacen sufrir.
Nos preocupamos por una infinidad de cosas que rodean nuestra vida: nos preocupa nuestra salud, los hijos, el dinero, nuestro trabajo o la falta de él, la muerte, lo que puedan pensar los demás, envejecer y a veces nos preocupa, el no tener nada por lo que preocuparnos. Nuestra sociedad fomentan las preocupaciones, así cuando queremos a alguien decimos: «por supuesto que estoy preocupado por ella/el, es natural cuando quieres a alguien», lo entendemos como forma de interés.
Y todo ello no sirve para nada: ni un sólo momento de preocupaciones logrará mejorar las cosas.
La Ambilalencia en la Toma de Decisiones
La preocupaciones no aportan nada. Debemos ocuparnos de nuestros problemas, no preocuparnos.
La mayoría de veces no nos damos cuenta que gran parte de nuestras preocupaciones se refieren a cosas sobre las que no tenemos absolutamente ningún control. Puedes pasarte el resto de tu vida preocupándote por el futuro, y por mucho que te preocupes no cambiarás nada.
La preocupación significa dar vueltas inútiles a un asunto, sin poner ningún tipo de solución, al contrario, provocando precisamente lo que no queremos que ocurra. Y así solemos pasarnos la vida preocupándonos por si estos » y si…» se cumpliesen.
Veamos la diferencia cuando nos ocupamos y cuando nos preocupamos. Por ejemplo, ante la preocupación que: » Y si tengo un accidente cuando me vaya de viaje».
Tomar decisiones: La sensación de bloqueo
Cuando nos ocupamos:
- Ponemos el coche a punto y lo revisamos antes de partir.
- Descansamos y dormimos lo suficiente para poder estar despejados y tranquilos.
- En el momento de salir nos ponemos el cinturón de seguridad y ajustamos los asientos y los espejos retrovisores.
- Ya en carretera tomamos todas las preocupaciones posibles que estén bajo nuestro control: mantener una velocidad adecuada, respetar las señales de tráfico, parar para descansar cada dos horas, no hacer adelantamientos imprudentes, etc…
Si mantenemos todas estas precauciones es muy posible que lleguemos a nuestro destino sin ningún problema, ya que nos hemos ocupado de poner en práctica todas las medidas de seguridad que dependen de nosotros, que están bajo nuestro control.
Cuando nos preocupamos:
- Ponemos el coche a punto y lo revisamos antes de partir, pero pensamos que algo falla, cualquier pequeño ruido nos pone alerta y pensamos que nos va jugar una mala pasada durante el viaje.
- Ni descansamos ni dormimos lo suficiente porque pensamos que algo malo va a suceder, que vamos a tener un accidente, que el coche se va a romper, etc…
- En el momento de salir nos ponemos el cinturón de seguridad y ajustamos los asientos y los espejos retrovisores, eso sí, con las manos temblorosas por nuestro miedo.
- Ya en carretera nos ponemos en sobreaviso, vamos muy pendientes de lo que van haciendo los demás, si uno adelanta, si otro va muy deprisa, si otro se salta un ceda el paso, y por supuesto, no hay quien se salve de insultos y pitos; con ello nos ponemos nerviosos, tensos, irritados, nos molestan todas las conductas y por supuesto nuestra atención se desvía entonces pensando más en lo mal que lo hacen los demás que en lo que nosotros hacemos, poniéndonos en riesgo.
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Como vemos, las preocupaciones no solucionan nada, más al contrario, nos impide y nos anula nuestras habilidades, nuestras destrezas, nuestros sentidos y nuestra serenidad.
La primera y peor consecuencia de la preocupación es que puede provocar aquello que tanto tememos, ya que, nos quedamos inmovilazados, paralizados, incapaces de buscar soluciones para mejorar las cosas. Además, la preocupación pone a una persona tensa y nerviosa. Llegando a enfermar somatizando en su cuerpo toda esa tensión.
Más de lo mismo: Cambiar para mejorar
En resumen:
- «Debemos ocuparnos de nuestros problemas, no preocuparnos. Las preocupaciones no aportan nada”
- «Ocuparnos» significa comprender los problemas y tomar con calma las medidas para solucionarlos
- «Preocuparnos» significa dar vueltas enloquecedoras e inútiles a un asunto.
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