Cuando nos estresamos no tiene por qué haberse producido un hecho muy grave u objetivamente amenazante de por sí. Simplemente con que lo percibamos estresante para nosotros mismos, ya se ponen en marcha los mecanismos que hacen que nuestros niveles de ansiedad se disparen. Así, sentiremos que se nos acelera el ritmo cardíaco, nos sudarán las palmas de las manos y nuestros pensamientos catastrofistas se agolparán en nuestra mente para intentar afrontar “la amenaza” que nos acecha…
Y esa amenaza puede ser tanto un hecho concreto (como por ejemplo la cajera del Carrefour desafiando los límites de la velocidad de la luz cuando pasa los alimentos por el lector del código de barras… ¡los huevos señora!) como una situación temida (preparar una cena para 20 comensales, de los cuales 3 no comen carne, 2 son celíacos y 1 es alérgico al marisco; en una mesa en la que caben la mitad y en el tiempo récord de hora y media) o un conglomerado de todo ello: La Navidad.
Esa época en la que empezamos a cerrar el círculo del año que ya termina, en la que nos proponemos aprender de los errores que hemos cometido y ser mejores personas y dejar de fumar, comer más sano, cumplir el horario de estudio que me propuse en septiembre… en fin. Una época del año que estamos deseando que llegue… hasta que llega.
Voy a exponer los 3 momentos de las fiestas navideñas que me producen más estrés, en orden cronológico y empezando quizás por algo que parece del todo inofensivo:
COMPRAR LOS REGALOS = ESTRÉS
Tengo que admitir que a mí me encanta regalar, pero al mismo tiempo os confieso que odio ir de tiendas, sobre todo en Navidad. Casi siempre recurro al Corte Inglés, por la comodidad de encontrar todo lo que busco: desde una bufanda hasta un ordenador… y los benditos ticket-regalo con los que te aseguras que si tu presente no es del agrado o de la talla de tu ser querido, podrá cambiarlo sin problema por otro de igual valor.
Pero cuando tienes que regalarle a tus padres, a tus hermanos, cuñados, marido, hijos, sobrinos, primos y demás familia, y lo has dejado para el último momento (como siempre) y no tienes más que ESTA TARDE para comprarlo todo, algo tan hermoso como el hecho de regalar se transforma en una de las torturas más despiadadas que el hombre ha conocido. Y a eso hay que añadirle que como los seres humanos nos parecemos más de lo que creemos, suele ocurrir que ESTA TARDE es precisamente el momento elegido por el 99 % de la población para hacer lo mismo que tú y además comprarlo en el mismo lugar. Con lo que el mencionado centro comercial se vuelve un hormiguero infernal, que no entiende de aforos limitados ni de buenas maneras cuando tú y tu contrincante tenéis cogida de una mano cada uno a la última “Josefa la cerda” que queda en la sección “Juguetes” – el que primero la suelte pierde –
El asunto se complica cuando el sujeto que lo va a recibir es un niño al que apenas conoces, pues lo has visto 2 veces en tu vida ya que resulta ser el hijo de la prima de la hermana del cuñado de tu pareja, y un año que te sentiste generosa cometiste el terrible error de iniciar una tradición de intercambio de regalos que ahora no sabes cómo ni cuándo ponerle fin.
UVAS Y CAMPANADAS = ESTRÉS
La noche de Fin de Año puede convertirse en uno de los acontecimientos más estresantes de todas las fiestas. Si aún eres de ésos que lo celebran, habrás comprobado que aparte de dejarte un pastizal en peluquería, traje, comida y bebida, entradas para la fiesta… etc; es una noche en la que pones tantas expectativas que al final no se cumple ninguna. No es una noche especial, es una noche en la que te juegas la vida literalmente.
Sí, sí… habéis oído bien. He investigado un poco por la red para ver si mi teoría estaba en lo cierto o era fruto de temores irracionales arraigados en mi subconsciente… y os sorprenderá conocer las historias que se esconden tras la infame tradición de intentar tragar 12 uvas en 12 segundos: el 1 de enero de 1996 a una pobre mujer de 72 años murió por asfixia al finalizar las 12 campanadas. Si no me creéis podéis consultar el siguiente enlace: http://elpais.com/diario/1996/01/05/madrid/820844655_850215.html
He buscado estadísticas sobre muertes provocadas por ingestión de uvas en Fin de Año y sólo he encontrado información acerca de la toxicidad de las uvas para los perros. Pero sigo pensando que el Gobierno nos oculta deliberadamente estos datos para no provocar la irremediable alarma social que se crearía (y para que no se hunda el mercado agrícola en este sector). Yo he decidido que el año que viene me paso a las lentejas, que son infinitamente más sabrosas y por supuesto, menos mortíferas.
LA CABALGATA DE REYES = ESTRÉS
A priori podría pensarse que unas cuantas carrozas pasando a 1 por hora por el centro de la ciudad, con unos señores disfrazados de Rey Mago, paje o Mikey Mouse (os juro que lo vi); no tendría que producir necesariamente un alto nivel de estrés. Nada más lejos de la realidad. Si consigues aparcar tu coche en menos de 1 hora y en un radio de 15 km a la redonda, te puedes considerar afortunada. Encontrar asiento para los 4 que somos, convenciendo para ello a la señora que está allí desde antes de ayer que por favor se pase a la silla de al lado, y sin recibir por lo menos 30 pisotones en el intento, es misión imposible.
Una vez ubicados empieza lo bueno: la música suena, las carrozas se ponen en marcha y preparas tus “gachetobrazos” para pillar algún caramelo de ésos que sus Majestades lanzan tan amablemente a modo de proyectil; mientras que el hijo del vecino te taladra insistentemente el tímpano con el silbato de los co#%&%$ que le ha comprado su papá (a quién le deseas en secreto la más cruel de las desgracias). Es el momento de armarse de paciencia, rezar a Dios para que vuelvas a tu casa conservando los 2 ojos y esperar que dicten una ley que prohíba pintar de betún la cara de Baltasar ¿es necesario en pleno siglo XXI?
Ahora ya estamos en enero, y por si fuera poco acaban de iniciarse las REBAJAS, otro foco de estrés del que algún día escribiré. Pero hoy quiero terminar este artículo con una conclusión a la que me ha costado 37 años llegar: las fiestas de Navidad son, en realidad, un invento de las farmacéuticas para vender más Orfidal. Ahí lo dejo!
¡Feliz 2016! y no os estreséis demasiado…
Hola compañera. Por si te ayuda para el futuro: Menos regalos y viva Amazon, la cabalgata por la tele y a disfrutar de la familia