Hace poco escuché un programa de radio en el que comentaban que todo lo que nos rodea es tóxico: alimentos, productos de higiene, el material del que están hechas nuestras cortinas, los plásticos… en este programa se decía que esto provocaría un aumento de la incidencia de enfermedades como el cáncer y los trastornos psicológicos como el déficit de atención con hiperactividad.
Tras la hora y media de programa me quedé algo consternada. Al poco decidí dejar de pensar en ello pues la única solución posible para evitar estar expuesta sería irme a vivir al campo, producir mis propios alimentos y llevar una mascarilla hasta el resto de mis días para evitar los agentes tóxicos del aire.
Tendría que lavar mi ropa con bicarbonato (ropa que no podría contener ningún agente patógeno por lo que supongo que tendría que tejerla yo misma), y no podría seguir trabajando porqué para ello necesitaría utilizar mi ordenador y sin dinero me resultaría imposible pagar internet.
Vamos, que debería retroceder unos 200 años de evolución para “librarme” de la posibilidad de tener cáncer por estos motivos. Además, siempre teniendo en cuenta que quizás mis genes determinen que algún día desarrollaré esta enfermedad de todos modos pues en mi familia varios miembros la han padecido. ¿Sería así más feliz?
Yo no sé de qué moriré, puede que de una enfermedad, de un accidente o de un infarto, puede que muera mañana o dentro de 60 años. Gracias a Dios no lo sé. Lo que sí sé es que sólo se vive una vez y que el tiempo que esté entre los míos quiero pasarlo lo mejor posible, quiero aprovechar las oportunidades que me vienen y asumir que puedo caer enferma o NO. Pero si no enfermara ni me pasara ninguna desgracia no quiero estar los días que me queden sufriendo de antemano por algo que no ocurrirá.
Si vivimos centrados en lo negativo o en lo que puede salir mal no disfrutamos del tiempo que tenemos.
Como todos sabemos hay muchísimos motivos para preocuparnos: el agujero de la capa de ozono, el precio de la gasolina, la crisis financiera, la contaminación de los mares, la comida transgénica, la superpoblación mundial, la resistencia a los antibióticos… y no digo que haya que echar la vista a un lado y vivir como si todo esto no importara pero creo que lo más inteligente es preguntarse uno mismo si puede hacer algo para mejorar alguno de estos problemas y en la medida que puede contribuir. Todos podemos aportar nuestro granito de arena si queremos, pero no podemos pretender solucionar un problema a escala mundial nosotros solos y de una tacada. Si algo de todo esto te preocupa puedes optar por hacer algo: no tirar basura al mar, reciclar plásticos y medicamentos, administrar adecuadamente tu economía, comer alimentos sanos, adoptar o apadrinar un niño, no abusar de los spray…
No es sano vivir pensando en lo negativo
Pues lo negativo estresa, el estrés desgasta, el desgaste fatiga, la fatiga produce insomnio, el insomnio mal humor, el mal humor deprime, la depresión debilita nuestro sistema inmunológico y un sistema inmunológico débil favorece la aparición de enfermedades. Con lo cual, y en definitiva, es igual de tóxica la vida (según aquel programa de radio que escuché) que preocuparme demasiado por su toxicidad.
Y tú, ¿Qué haces para evitar que tu vida sea tóxica?
¿Disfrutar la vida o la padecerla?… El día que podamos responder esta pregunta habremos encontrado el santo grial de nuestro presente y la llave que nos abrirá la puerta de un futuro esperanzador o de un porvenir de sufrimiento.
Sólo nos damos cuenta de que no aprovechamos cada segundo de nuestra existencia cuando una calamidad nos toca de cerca. En ese momento enunciamos la tan recurrida frase de «hay que disfrutar la vida porque nunca sabes cuando te va a tocar a ti», y entonces, durante dos o tres días, vivimos a tope, sin preocupaciones, para luego volver una vez más al mundo de los «calentamientos de coco» carentes en su mayoría de ninguna importancia real para nuestra subsistencia.
Yo lo intento. Reconozco que no siempre lo consigo, pero al menos que por mi parte no quede procurar aprovechar cada segundo que nos brinda la vida. Al fin y al cabo, en la edad media la gente también moría de cancer y por aquel entonces no había plásticos, fertilizantes, contaminación…