Una emoción forma parte de la naturaleza de cualquier individuo, es decir, las emociones son estados afectivos innatos que tienen un carácter adaptativo. ¿Qué quiere decir esto? Una emoción nos permite actuar de manera eficaz frente a las circunstancias que se nos presentan, es una reacción al ambiente (unida a cambios físicos) que nos da la posibilidad de responder a aquello que nos sucede. Por ejemplo, la emoción de miedo nos posibilita enfrentarnos a un peligro por medio de la evitación o el escape, el asco nos permite alejarnos de algo que nos produce rechazo para protegernos, la tristeza nos permite conservar nuestra energía para reintegrar y sobreponernos a un acontecimiento. Y así ocurre con el amplio repertorio de emociones con el que contamos, cada una tiene su función. Éstas, además de ser innatas y comunes a todas las personas, presentan particularidades en función de nuestras experiencias previas y aprendizajes. Este es un tema muy amplio del que podríamos seguir hablando con más profundidad, pero hoy os quiero hablar de la ventilación emocional, una práctica necesaria para nuestro bienestar, que no es más que la expresión de las emociones. ¿ Qué son las emociones? ¿Para qué sirve lo que siento?
Nuestras experiencias previas y aprendizajes contribuyen a dar significado a las emociones.
Una buena ventilación emocional implica aceptar las emociones que frecuentemente reprimimos porque son juzgadas como negativas o malas. Debemos saber, que tener emociones forma parte de la naturaleza humana, no existe una emoción “mala”. Pero retomemos la idea de que las emociones dependen de nuestras experiencias y aprendizajes, a lo largo de nuestra vida aprendemos a catalogar las emociones como positivas o negativas, desde niños observamos distintas reacciones en nuestro entorno en función de la emoción que expresamos, por ejemplo, un niño puede observar cómo su entorno no reacciona de la misma manera ante su alegría, que ante su enfado o ante su tristeza. Y es así cómo vamos aprendiendo a dar significado a nuestras emociones. Si además crecemos en un ambiente en el que la expresión de las emociones no es lo habitual, o en el que la expresión de las emociones es signo de debilidad, ya de adultos tenderemos a reprimirlas. Primeros auxilios emocionales
La represión de las emociones no es una buena estrategia de afrontamiento.
Pueden ser muchas las razones que nos lleven a no mostrar las emociones, como el temor a ser juzgados, el miedo al rechazo, a ser vistos como vulnerables o el simple hecho de sentirnos desprotegidos. Pero debemos saber que las emociones son universales, todos las sentimos, nadie está libre de sentir tristeza, miedo o frustración. La represión de estas emociones no nos conduce a sentirnos felices, sin miedo o libres de frustración, sino que implica un importante desgaste anímico. Imaginemos por ejemplo, que bajando un escalón nos torcemos el tobillo, pero decidimos seguir caminando como si nada hubiese pasado, sintiendo dolor ¿Es posible que haciendo como que nada ha sucedido deje de doler? ¿Sería correcto pensar que comunicar que nos duele es vergonzoso o signo de debilidad? Pues las emociones, funcionan de la misma manera, al cumplir una función adaptativa es necesario procesarlas para poder integrar aquello que nos sucede. En algún momento de nuestra vida todos vamos a tener que hacer frente a situaciones que nos despierten emociones que hemos aprendido a etiquetar como “negativas”, emociones como la tristeza, el dolor, el miedo, el enfado o la ira. Y son muchas las personas que recurren a la represión emocional como estrategia de afrontamiento, es decir, actuar como si nada pasase, evadirse para apartar esas sensaciones “desagradables o molestas” que están experimentando. No obstante, reprimir una emoción no la hace desaparecer, las emociones que no se expresan se sienten igualmente, incluso si tratamos de taparlas o callarlas pueden desencadenar síntomas psicológicos y físicos. Analfabetismo emocional
La ventilación emocional como técnica de bienestar.
La ventilación emocional se basa sencillamente en encauzar una vía de salida a esas emociones que tratamos de ignorar, en expresarlas, en manifestarlas. ¿Cómo podemos hacer esto? Pues bien, hay varias formas de hacerlo. Es posible que haya alguna persona de tu confianza, alguien con quien puedas compartir cómo te sientes y sea fácil exteriorizar libremente tus emociones. Pero no es necesario que lo compartas con alguien, puedes hacerlo tú mismo, dedicando un tiempo a escuchar lo que sientes. ¿De qué manera puedes hacerlo? Quizá te sirva de ayuda escribirlo, la escritura es una herramienta muy valiosa. Para hacer este ejercicio de introspección ten en cuenta unas sencillas pautas:
– Toma consciencia de cómo te sientes, puedes intentar ponerle nombre a la emoción o describirla. – No niegues lo que sientes, no intentes reprimir lo que te produce esa emoción. Recuerda que escribirla es una forma saludable de expresarla. – Intenta entender por qué te sientes así, es posible que haya un motivo para que te sientas de esa manera. – Acepta todas tus emociones como naturales y válidas, no las juzgues.
Esta práctica te ayudará a tu propio autoconocimiento y la aceptación de tus emociones, siendo fundamental para el bienestar emocional. Inteligencia Emocional desde la infancia Y recuerda que si tienes dificultades para lidiar con tus sentimientos puedes recurrir a la ayuda de un profesional que te guie en la gestión de tus emociones.
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