Mucha gente dice: “No soporto a los niños maleducados” y yo creo que dirigen su animadversión hacia la persona equivocada. Un niño insoportable, el típico que “te da la comida” cuando estás en un restaurante con sus padres, no tiene la culpa de ser un maleducado. Sino aquellos padres que permiten que te dé el follón, los que no establecen los límites entre lo que se puede y no hacer, y quienes no enseñan a su hijo las normas básicas de conducta en sociedad.
Y nada más lejos de mi intención con este post es ofender a nadie (quién se dé por aludido que siga leyendo) porque lo único que pretendo es ofrecer una guía práctica de cómo enseñar normas y habilidades sociales a vuestro hijo. No por molestaros sino por el bien de éste en un futuro. Tened en cuenta que las habilidades sociales básicas se aprenden principalmente en casa y posteriormente en la escuela.
Bien, las habilidades sociales tienen una base estructural que consta de aquellas conductas que resultan adecuadas al contexto en el que se desenvuelve la persona según el momento y lugar. Y estas conductas se adquieren cuando se han asumido y aceptado previamente determinadas normas sociales. Si un niño no las aprende, con seguridad sufrirá problemas de rechazo social por parte de sus iguales, en el momento en el que se integre en otros contextos distintos al familiar (escuela, amigos…). Así que si alguien se pregunta por la importancia de este aprendizaje, yo le respondo: ES VITAL.
Esta semana y la próxima recorreremos un sendero por los puntos clave del aprendizaje de las normas y las habilidades sociales básicas que todo niño debería aprender (y cuanto antes, mejor).
Empezaremos hoy hablando de la implantación y aceptación de las normas básicas de convivencia familiar.
1) ¿QUÉ NORMAS DEBO ENSEÑARLE A MI HIJO?
- NORMAS referidas al respeto:
El respeto implica aceptar que tus necesidades no siempre están por encima de las de los demás. Desde este principio, el niño tiene que aprender a controlar su conducta cuando sus padres le niegan un capricho o le piden que haga algo que no le apetece pero que es necesario. Es, básicamente, aprender a obedecer.
Asimismo, en esta categoría entran también las normas implícitas en el juego con sus iguales: compartir juguetes, participación activa, colaboración, respetar los tiempos y el “no” de los demás…
- NORMAS referidas a las rutinas familiares:
En toda familia hay unas normas particulares y únicas que el más pequeño tiene que ir conociendo. Puede ser que en vuestra familia no se vea la tele mientras se coma (o sí que se haga). No voy a entrar en lo que es más adecuado pues no soy quién para juzgar pero sí es importante que el niño adquiera los hábitos y costumbres familiares y las acepte como propias.
- NORMAS referidas al cuidado de objetos y mobiliario:
Hasta los 2 años, la inteligencia del niño se desarrolla a través de la exploración activa de su ambiente y la manipulación de objetos. El niño tiene que tocar, estirar, estrujar, romper… para perfeccionar su coordinación psicomotriz. Para ello deberemos adecuarle espacios y objetos en los que se permitan todas estas acciones. Pero siempre distinguiendo los que puede tocar y romper de los que no.
- NORMAS referidas al cuidado personal y la higiene:
Sí y desde bien pequeño. Una higiene adecuada es fundamental para ser aceptado por los demás. Lavarse los dientes después de las comidas, la ducha, atarse los cordones… Un aspecto bien cuidado tiene más importancia de la que a veces pensamos, pues las personas que nos acaban de conocer nos juzgarán por criterios relacionados con la imagen que ofrecemos y aunque suene algo superficial, las primeras impresiones determinan a veces la actitud con la que los demás se dirigirán a nosotros y su grado de aceptación.
2) ¿CÓMO DEBEN SER LAS NORMAS?
Ante todo SENCILLAS: frases simples, sin mucho contenido y a ser posible, cortas. Tenemos que “ir al grano” en lo que queremos inculcar.
- LITERALES: huid de ambigüedades. Llamad a las cosas por su nombre y así estaréis seguros de que vuestro hijo ha comprendido la instrucción a la perfección. Tened en cuenta que antes de los 11-12 años no es adecuado utilizar los dobles sentidos y la ironía con los niños[/piopialo], pues no los comprenden.
- CONDUCTUALES: no podemos poner como norma “no te enfades” porque estamos aludiendo a un estado de ánimo. Pero sí [piopialo]podemos pedirle a nuestro hijo que cuando esté enfadado “no nos insulte”. Enseñar autocontrol ante estados emocionales intensos como la ira o la rabia es una de las tareas principales de los padres durante los primeros años de vida de su hijo.
- INQUEBRANTABLES: no debe existir excusa alguna ni excepción al cumplimiento de una norma. Con la socorrida frase de “Vaaaaaaale, solo por esta vez” habremos echado por tierra todo el trabajo logrado al respecto de su cumplimiento. ¿Por qué? Porque en el momento en que vuestro hijo consigue su objetivo (sólo) POR ESTA VEZ, no dudéis en que a la próxima ocasión volverá a intentarlo POR TODOS LOS MEDIOS. Primero utilizará la misma estrategia empleada aquella vez (porque el resultado fue exitoso). Pero si no le funciona, probará con otras, aumentando la magnitud de su conducta hasta encontrar el límite.
- COHERENTES: las normas deben tener consistencia interna. No pueden llevar a confusión o a error. Deben ser siempre válidas, en todas las situaciones. Por ejemplo, si en casa no se juega con la comida, en un restaurante tampoco lo permitiremos (menos aún en casa de amigos cuando somos los invitados).
3) ¿CÓMO LAS PONEMOS EN PRÁCTICA?
Lo primero es tener claro qué normas son más importantes que otras. Estableced una jerarquía teniendo en cuenta la gravedad de su incumplimiento.
Yo personalmente, considero que las normas que hacen referencia al respeto por los padres tienen que estar por encima de todas las demás. Por tanto, lo que el niño debe asimilar primero es que a los padres se les hace caso, no se les insulta y no se les pega.
La manera más eficaz de que un niño cumpla una norma es a través del empleo de los denominados “reforzadores” de conducta. Vamos, hablando “en plata”, con premios y castigos. Los premios van a potenciar la repetición de la conducta que queremos que se aprenda. Los castigos, en cambio, los utilizaremos cuando pretendamos que la conducta que ha “aparecido” en el repertorio de nuestro hijo, se extinga.
Pero… ¿Por qué a veces los castigos o los premios no surten efecto?
UN CASTIGO NO FUNCIONA CUANDO…
– Actúa de refuerzo: a veces durante el castigo el niño recibe tanta atención de nuestra parte que termina convirtiéndose en reforzador de la conducta que queremos eliminar.
– No permitimos que llegue a término: a veces castigamos sin pensar previamente en si podremos llevarlo a cabo. Para evitar esto es adecuado tener unas pautas estables o unos “castigos fijos”, previa reflexión conjunta de la pareja.
– El castigo conlleva un premio posterior: cuando castigamos sin ver la tele pero nuestro hijo se pone a jugar a la consola (ha cumplido el castigo pero a la vez está recibiendo un premio)
UN PREMIO NO FUNCIONA CUANDO…
– El niño no lo desea. Si premiamos a nuestro hijo con un yogur de fresa de postre y éste quiere una galleta, el yogur no actuará de reforzador.
– No es percibido como tal por vuestro hijo. Si tras haber realizado una conducta deseable le “premiamos” con 2 horas de juego con el vecino, ese con el que se pelea “a muerte” cada vez que se encuentran, pues más bien será un suplicio que intentará evitar la próxima vez.
– Se retrasa en el tiempo. El premio debe ser cercano (en el tiempo) respecto a la conducta que pretendemos que se repita. El niño debe tener clara la asociación conducta-refuerzo.
Hasta aquí la primera parte de la guía práctica sobre habilidades sociales. Como habéis observado, nos hemos centrado únicamente en el aprendizaje de normas (paso previo). La semana que viene trataremos la adquisición de las habilidades sociales propiamente dichas.
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