Cuando de niños cometíamos algún error o alguna travesura de la que se seguían consecuencias, meteduras de pata por inexperiencia…; entonces se nos llamaba malos. Aprendimos a muy temprana edad la ecuación falsa de que cometer errores es ser malos, no dar la talla y ser torpes y estúpidos, y como consecuencia de todo ello, también aprendimos a criticarnos duramente a nosotros mismos sólo porque cometíamos errores.
Hay personas que niegan la existencia del error en sus vidas. Otras personas en cambio, ante el error cometido, se deprimen ante el peso de este; y, finalmente, otros deciden no tomar decisiones para no equivocarse; el miedo al error paraliza porque se identifica con el fracaso. Quizá esto sea el mayor error que se pueda cometer porque la autoestima no tiene nada que ver con lo perfecto, sino más bien con aceptarse a sí mismo, de una manera total, tanto con lo positivo como con lo negativo.
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El error es algo molesto, pero nada más. A nadie le gusta equivocarse, pero cuando sucede no hay que considerarlo como algo funesto, catastrófico o irremediable. Algo tan simple como equivocarse no lo podemos convertir en una tragedia.
PASOS PARA MANEJAR EL ERROR.
1. Reenmarcar los errores.
Cuando cometemos un error es muy saludable saber darle al error una lectura apropiada, cambiar la forma de leerlos de cómo acostumbramos normalmente. Esto es lo mismo que reestructurarlo.
2. Tomar el error como un aviso de algo.
Es también muy positivo cuando cometemos un error no quedarnos paralizados sino interrogarnos sobre qué nos está avisando.
3. Tomarlo como una condición para ser espontáneo/a.
Quien comete errores da a los demás una oportunidad para ser visto como más humano y natural. Si normalmente somos comprensivos con la persona que comete errores y en esos momentos la vemos como más humana, más cercana y asequible a nosotros, ¿por qué somos tan intransigentes y duros con nosotros mismos cuando cometemos esos mismos errores?
4. El error amplía el conocimiento consciente.
Lamentarse de los errores cometidos no sirve absolutamente para nada más que para perder el tiempo; lo inteligente en esos momentos es curarse el catarro y no llenarse de lamentaciones por el error cometido.
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5. Aceptar responsabilidad.
Si aceptara responsabilidades quizás la próxima vez actuaría de otra forma y se detendría un minuto a pensar en los costes y beneficios de su comportamiento, preguntándose qué le compensaría más.
6. Mensajes liberadores.
Ante el error es sumamente conveniente y provechoso cambiarse las gafas para ver las cosas de otra forma: “Todo el mundo comete errores, hasta la persona más valiosa”, “Yo hice lo que podía o sabía en aquel momento”, “Ya he pagado con creces ese error para encima seguir atormentándome”, “Muchos errores son inevitables”, “Sólo se equivoca quien actúa, quien lo intenta”.
7. Contempla tus errores en los demás.
Con frecuencia, cuando cometemos errores, nos criticamos y nos juzgamos muy duramente; sería muy conveniente visualizar en estos momentos que el error, por el que nos estamos castigando, lo ha cometido nuestro mejor amigo. ¿Cómo te portarías con él? ¿Lo perdonarías? ¿Qué actitud tomarías ante él? Seguro que con él emplearías el perdón, la comprensión y la aceptación. ¿Por qué no obras así contigo mismo/a supuesto que no hay mejor amigo para ti que tú mismo, tú misma?
Uno de los signos de madurez humana es la capacidad de reconocer sin coartadas y sin excusas los errores que cometamos y las deficiencias que tengamos. Y así cómo es posible querer a una persona de quien reconocemos, y tal vez lamentamos, sus muchos defectos, ¿por qué no ha de ser posible querernos a nosotros mismos reconociendo nuestros defectos?
El reconocimiento respetuoso de nuestra dignidad como personas y, al mismo tiempo, de nuestros errores, flaquezas y limitaciones, facilita un cambio deseable de actitud o de conducta, fructuoso y verdadero, sin ansiedades ni violencias contraproducentes. Ser conscientes de nuestras limitaciones y aceptarnos con tolerancia es el camino más corto y eficaz para superarlas en lo posible.
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