Cuando mi felicidad depende de factores externos, que yo no controlo, estoy condenándome a una infelicidad constante, a una espera cuya duración es más que impredecible.
Si clasificáramos los problemas en dos tipos podríamos hacerlo del siguiente modo, los que se pueden solucionar y los que no, pero todos ellos se pueden y se han de afrontar.
La felicidad no es sinónimo de ausencia de problemas,
los problemas familiares, laborales y personales son una condición humana, no hay nadie que no tenga problemas aunque estos sean de distinta índole en unas u otras personas. La inmovilidad, el bloqueo que pueden generar los problemas ha de ser superada, y una herramienta adecuada para ello será vivir el momento presente.
En ocasiones:
- la felicidad se pospone para un futuro próximo, podemos decirnos cosas del siguiente tipo: cuando pase el tiempo todo irá mejor, ahorra hoy para tener para mañana, todo mejorará cuando él o ella cambien. Hipotecamos el presente, idealizando el futuro, futuro que no controlamos.
- la felicidad la dejamos en manos del pasado bajo la creencia de que lo vivido, bueno o malo, me va a afectar siempre. Si parto de esta línea base, me estoy condenando a ser infeliz porque el pasado no lo puedo cambiar, tampoco lo controlo.
Dos emociones válidas pero inútiles,
ya que no ayudan a solucionar los problemas, y que nos acompañan en el presente, son:
- la culpabilidad por algo que se ha hecho o no se ha hecho
- la preocupación por lo que ocurrirá mañana.
El sentirme culpable me traslada a un pasado, y el sentirme preocupado a un futuro, ¿dónde queda el momento presente?
Las creencias y pensamientos que mantenemos, nos determinan lo que sentimos.
Las creencias no las cuestionamos, las damos como válidas una vez nos viene a la mente y ahí radica el problema, ya que sentimos los que sentimos porque pensamos lo que pensamos. Creencias y pensamientos de esta índole son “es muy importante agradar a las personas”, “es mi responsabilidad hacer felices a otros” “hay dos formas de hacer las cosas, la correcta y la incorrecta”, «yo debo…»
Considerando:
- las creencias, como la parte pasiva, ya que como he dicho anteriormente, no se cuestionan y por lo tanto no se modifican
- los pensamientos, como la parte más activa, van a ir encaminados a validar las creencias que mantenemos.
Un buen punto de partida podría ser identificar qué pensamiento y creencia tenemos en relación a determinados temas que generan malestar. Y a partir de ahí, decidir qué hacer con ellos.
No se pretende que se controlen los pensamientos, ni que se eliminen, esto no sería posible, pero si hacer una reinterpretación de los mismos ya que sin ella las emociones generadas no podrán cambiar y seguiremos sintiéndonos mal.
Los cambios empiezan por uno mismo y lo importante, no es el hecho que nos ocurre, sino la interpretación que hacemos del mismo. Reinterpretar, nos ayudará a ver los cambios como oportunidades y no como problemas.
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Comentario 3 de julio termina una relacion 12 años con un hijo de por merdio me siento muy mal