Hoy os quiero presentar el testimonio de una suscriptora que ha querido contar su historia aquí en nuestro blog de Webpsicólogos. Le agradezco de antemano su generosidad a la hora de compartir con todos nosotros su experiencia. Así que sin más os dejo con ella…
UNA DECISIÓN DIFÍCIL
Hola, no quiero decir mi nombre porque lo que voy a contar no lo sabe mucha gente de mi entorno y prefiero quedar en el anonimato. Mi historia empieza en el momento en el que me quedo embarazada hace ya casi un año. ¡Vaya noticia! Mi pareja y yo no nos lo esperábamos y lo cierto es que el resultado del “Clear Blue” nos cayó como un jarro de agua fría. Hicieron falta 3 pruebas de embarazo para hacernos a la idea de que era una realidad: Íbamos a ser papás.
¿Y AHORA QUÉ?
Cuando no has tenido nunca hijos te pilla muy desinformada. Tuve que contárselo a una amiga porque no sabía cuándo tenía que ir al médico, cuándo la primera ecografía, analíticas, cuidados especiales…
Llamé al ginecólogo para pedir cita y mientras tanto mi novio y yo nos empapábamos de Google y de páginas web sobre el embarazo.
No tenía náuseas, me encontraba bastante bien; en realidad no notaba nada. Excepto que manchaba un poco todos los días y empecé a pensar que algo no iba bien. Decidimos no decir nada a nuestros padres y amigos por si acaso, hasta que el médico nos confirmara que todo estaba perfecto; y así lo deseábamos pues ya nos veíamos en el papel de padres y empezábamos a hacer planes.
LA PRIMERA ECOGRAFÍA
Tenía la cita con el ginecólogo, había llegado el día. Me senté en la silla y empezó a explorarme con el ecógrafo.
Estaba de 9 semanas, había latido, el tamaño era adecuado, se movía… y había algo más. El feto tenía un edema en la zona de su espalda. Mi ginecólogo nos comentó que no era una buena señal pero era muy pronto para extraer conclusiones y tendríamos que esperar a la semana 12 para ver lo que pasaba. Cabían 2 posibilidades:
- Que no hubiera edema (a veces se van espontáneamente y no hay ningún problema posterior)
- Que el edema siguiera ahí; en cuyo caso tendrían que ver los médicos la causa del mismo.
La recomendación del ginecólogo fue lapidaria: “Olvídate que estás embarazada hasta la semana 12”.
Os podéis imaginar qué tres semanas nos pegamos mi novio y yo. Por supuesto olvidarnos del embarazo nos resultó imposible pues yo seguía teniendo que hacer lo que me correspondía: matrona, análisis de sangre y orina, no comer jamón, tomar el ácido fólico todos los días, aguantar el sueño y cansancio que ya empezaba a acusar… y en vez de ignorar que dentro de mí crecía mi hijo, me fui aferrando al deseo de que nos dijeran que todo había sido un susto y que el edema ya no estaba.
LA SEGUNDA ECOGRAFÍA
Llegó el día de la segunda eco. Mi novio me acompañaba y entre los nervios del momento y la alegría de la bendita ignorancia nos dejamos llevar como si de 2 zombis se tratara, hasta la consulta del ginecólogo. Cuando éste empezó la ecografía pronunció las esperadas palabras:
– “No hay edema”
La alegría que me invadió no se puede describir. Y lo primero que pensé fue “lo sabía”.
Pero esos 20 kilos de preocupación que se me cayeron de un plumazo volvieron por triplicado al minuto siguiente.
El ginecólogo pasó de la ecografía abdominal a la vaginal y entonces se le cambió el semblante. Encontró que el edema ocupaba prácticamente todo el cuerpo del feto. No encontraba el tabique nasal, el maxilar superior no estaba bien formado y le detectó 4 problemas graves en su pequeño corazón.
No pude decir nada. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos mientras él me intentaba tranquilizar (sin éxito).
Ese momento no lo vamos a olvidar.
Nos mandó a dar un paseo de una hora y luego teníamos que volver allí de nuevo.
Durante esa hora infinita pensé de todo, pero lo peor del ser humano es que JAMÁS pierde la esperanza y la negación te intenta proteger de la cruda realidad.
Cuando volvimos (derrotados) a la consulta, el ginecólogo me habló de una prueba con la que se determinaría si los síntomas que presentaba nuestro hijo eran debidos a un síndrome cromosómico. Nos habló de las trisomías en el par 13, en el 18 y en el 21.
No podía ser verdad…
EL DIAGNÓSTICO
Al día siguiente me hicieron la biopsia de corion. Dolió y estuve incómoda toda la mañana pero lo peor era que hasta la semana siguiente no sabríamos el resultado.
Durante los días posteriores empecé a prepararme mentalmente para escuchar malas noticias. Leí en internet sobre los síndromes cromosómicos (nunca lo hagáis) y hablé muy seriamente con mi pareja. ¿Qué íbamos a hacer si nuestro hijo estaba enfermo?
Dos días antes de ir a ver el resultado de la prueba al hospital, recibí la llamada de mi ginecólogo. Por su tono de voz ya sabía de antemano lo que me iba a decir (y no me equivoqué). Se había confirmado la trisomía y estaba en el par 21. Mi hijo tenía síndrome de Down.
LA DECISIÓN
Mi pareja y yo teníamos una disyuntiva ante nosotros: continuar con el embarazo o abortar.
Decidimos lo segundo.
A pesar de que ya estaba de 14 semanas, la Seguridad Social me cubría la intervención; solo necesitábamos la firma de 2 médicos (que la tuvimos sin problemas) y que la trabajadora social del hospital nos remitiera a la clínica dónde tenían que realizar el aborto (ella no nos lo puso tan fácil y me hizo llorar por enésima vez durante este proceso…). Pero la decisión, aunque difícil de tomar, era firme: no queríamos traer a un hijo enfermo a este mundo, no queríamos que pasara por una vida de intervenciones quirúrgicas a corazón abierto y sobre todo, no deseábamos ser juzgados por nadie porque esa decisión sólo nos correspondía a él y a mí.
CERRAR CAPÍTULO Y PASAR PÁGINA
Cuando aborté me quedé vacía (en todos los sentidos). Aunque en mi caso había sido una interrupción voluntaria del embarazo no significa que estuviera deseando hacerlo, ni que fuera una experiencia grata y agradable. Aunque siempre agradeceré el cariño y el delicado trato que recibí del personal médico de la clínica; los cuales consiguieron que me sintiera como una persona, no como una mierda (como logró aquella mal llamada trabajadora social).
Mi novio y yo sólo pedíamos, desde hacía muchas semanas, que la pesadilla terminara; que nos dijeran un diagnóstico claro y poder tomar una decisión. Para cerrar definitivamente este tortuoso capítulo y seguir adelante con nuestra vida.
Me gustaría pensar que después de todo lo que hemos pasado he aprendido cómo afrontar el aborto; pero si os digo la verdad, creo que sentiría exactamente lo mismo si me volviera a ocurrir. Nunca se está preparado para algo así (o por lo menos yo) y no quiero que se dé la posibilidad para tener que tomar de nuevo esta dura decisión. Por este motivo, a día de hoy, nos hemos planteado ser padres. Pero lo haremos a través de una clínica de fertilidad, en la cual nos ayudarán a traer por fin a nuestro hijo al mundo. Un hijo deseado, pero sobre todo, un hijo sano.
No quiero concluir sin antes agradecer el apoyo constante que nos ofrecieron las personas que sabían por lo que estábamos pasando mi pareja y yo, y estuvieron en todo momento a nuestro lado, acompañándonos en el dolor. Decir gracias se queda corto.
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