Cuando mi compañero Javier Romero me pidió que asistiera al debate sobre el aborto que se grababa en Murcia, para un canal de televisión regional, sentí un poco de ansiedad.
Nunca he salido en televisión y menos participando activamente en un programa-debate. Y si a eso le sumamos la delicadeza con la que creo, hay que tratar el tema sobre el que se debatía: “el aborto”, y yo conociéndome a mí misma y mi opinión al respecto, pues me costó un poco decir que sí. Pero acepté (y con ilusión, todo hay que decirlo…).
El previo
Me puse en contacto con un redactor del programa, el cual me entrevistó por teléfono en un par de ocasiones para recabar información acerca de mí y mis ideas. Tras dichas conversaciones me dijo “Sira, queremos ofrecer la perspectiva del aborto desde el punto de vista de la Psicología… cómo se enfrenta una mujer a una decisión así… apoyo y recursos asistenciales en la sociedad… por eso tú tienes que asistir. Y vas a participar sí o sí”. Me estuve mentalizando todo el fin de semana y preparando argumentos con los que apoyar mis intervenciones, formándome, sin quererlo, altas expectativas de éxito (positividad ante todo). Y el miércoles de grabación, me di de bruces con la realidad.
Entré en el Real Casino de Murcia (espacio donde se rodaba el programa) y me encontré con más de 20 personas, dispuestas a participar: un cura llamado Joaquín, otra psicóloga, varias personas que pertenecían a las asociaciones de las que denominan “pro vida”… entre otros.
El presentador es un fraile franciscano, muy conocido en los medios (con la Iglesia hemos topado, pensé…), nos acomodaron en mesas de 4 o 5, nos repartieron un trocito de tarta a cada uno y sobre las 20.00 horas empezó el espectáculo.
El debate sobre el aborto
Al principio esperé a que el presentador se dirigiera a mí en algún momento, pues las palabras del redactor resonaban en mi cabeza una y otra vez: “… y vas a participar sí o si…”
Pasaron los minutos y me fui volviendo invisible. Entonces decidí levantar la mano para pedirle la palabra a Carlos (no me atrevía a hablar sin que me diera permiso. Aunque algún invitado se saltaba la “norma” a la torera…)
La sangre me hervía cuando escuchaba determinados comentarios como los de Alfonso (un ¿físico?) que citaba las tablas de Moisés para referirse a la Ley, o la historia sobre el aborto de Pilar, que se declaraba anti abortista pero justificaba su aborto porque había sido, según ella, una circunstancia “límite”.
Fue pasando el programa, y yo cada vez más muda y más cabreada. No me dieron paso para hablar excepto en una ocasión en la que el presentador, amablemente, me preguntó si había una mosca (al encontrarme haciendo aspavientos con la mano frente a mi cara), a lo que yo respondí obediente: “Sí, una” (y en efecto, la había…)
Fin de mi intervención en “Cita en el Real Casino”.
Reconocer que he perdido el tiempo
Cuando a las 23.15 horas terminó el programa me levanté, rechazando el bocadillo que nos ofrecían a todos los “participantes” y salí por la puerta, cargada de impotencia y frustración. Pero como esa frustración me generaba un conflicto interno, tenía que resolverlo de alguna manera, así que decidí plasmar, aquí en nuestro blog, lo que me quedé con ganas de decir aquella tarde. Por tanto… Alfonso, Pilar, María y Joaquín: va por ustedes.
Mi opinión sobre el debate del aborto al que asistí
Pilar: siento mucho que tuvieras que pasar por la experiencia de un aborto no deseado.
Entiendo que debido a tus creencias anti abortistas te resultara una decisión difícil. Pero fue TU decisión. Y esa decisión la toman miles de mujeres al cabo del año y sus motivos no son menos que los tuyos.
Porque lo que para ti es una situación límite (como en tu caso era que el feto tenía problemas de salud) otra mujer puede poner su límite en otro motivo cualquiera; y no es menos válido su motivo porque tú creas que no es equiparable a tu caso.
Gracias a la Ley que tenemos actualmente (y no me refiero a la plasmada en las tablas de Moisés), durante el primer trimestre de embarazo la mujer puede ELEGIR abortar, sin tener que darte a ti explicación alguna (ni a nadie). Sin tener que justificarse en un motivo o en otro. Sin más, tiene la libertad de ponerle fin a SU embarazo o seguir para adelante con él.
María: la descendencia numerosa en situación de precariedad económica y laboral no da igual.
Puede conllevar ciertos riesgos que la sociedad debe conocer. Yo he trabajado en institutos públicos de enseñanza y he conocido de primera mano las consecuencias de unos servicios sociales saturados, el fracaso escolar por falta de recursos, y adolescentes que en casa aprenden que vendiendo droga tendrán más opciones que cursando una carrera universitaria.
Miremos la realidad social y luchemos por unos servicios sociales de calidad, una educación sexual desde casa y desde el colegio, e intentemos ofrecer una información veraz a las personas que demandan asesoramiento cuando se plantean abortar.
¿Qué las asociaciones pro-vida buscáis trabajo a las mujeres embarazadas y sin recursos que acuden a vosotras? Bueno… según me comentó Magdalena (Luna), que ella SÍ trabaja con personas que están en situaciones de alto riesgo, eso que dijisteis es, simplemente, una falacia.
Como mucho las lleváis a los comedores sociales y les brindáis apoyo emocional para animarlas a que no aborten (gracias)… y cuando llega el niño, allá se las apañen. Opino que esas mujeres no tendrían que conformarse con aspirar a tu caridad cristiana puntual ¿no crees?
Alfonso: no creo en absoluto que un 90 % de las mujeres que deciden abortar, sea porque les apetece hacerlo.
No creo que el aborto sea una cuestión de “me apetece”. Y no creo en TU estadística; porque para empezar, ni siquiera mencionaste la fuente de dónde la has obtenido (dato que omitiste, seguramente porque apoyar un argumento con un porcentaje inventado es tan sencillo como afirmar que mañana lloverá).
Alfonso, qué fácil es hablar desde la distancia emocional. Y qué fácil juzgar algo que nunca tendrás la desgracia de experimentar en tu propia persona.
El padre Joaquín
El padre Joaquín: te dejo para el final porque quiero terminar mi post con algo positivo.
Pienso que si todos los curas fueran como tú, la Iglesia tendría muchos más adeptos hoy en día.
Me encantó como defendiste que, a pesar de que tu posición te impide estar a favor del aborto, la mujer que lo hace no es ninguna criminal.
Me ganaste cuando confesaste que la Iglesia, hace unos años, excomulgaba a las mujeres que abortaban pero no hacía lo mismo con sus parejas (los padres de la criatura). Demostrando así la incongruencia de aquellos que pretenden que el aborto sea un delito para la mujer mientras que no lo sea el que el hombre pueda escaparse de rositas de sus responsabilidades como padre y se le permita desentenderse “del marrón” (como le ocurrió a nuestra compañera de mesa, Anaïs, madre soltera).
Callaste muchas bocas esa tarde. Y nos mostraste que se puede ser un hombre de Fé y de cordura al mismo tiempo.
El ejemplo que citaste del campo de refugiados en el que estuviste hace poco, sobre ese padre que, ante la falta de asistencia y recursos sanitarios, mató a su hijo para ahorrarle el sufrimiento (niño que tenía los intestinos fuera del cuerpo a causa de una bomba); y la pregunta que lanzaste al aire después: “¿podemos juzgar a ese padre?”, me la quedo como aprendizaje de vida.
Nada más por hoy. Aunque podría escribir durante horas, pero me encantaría abrir nuestro propio debate aquí, en “La Sala de Espera”, con vuestros comentarios. Así que os animo a escribirnos para dar vuestra opinión sobre el tema del aborto. ¡Muchas gracias!
Has hablado de la mujer embarazada pero echo de menos en tu artículo el punto de vista del hijo que está por nacer y el del padre. ¿Es que ellos no tienen presencia en un debate tan delicado como es este? ¿No crees que habría que pensar en ellos también, en particular en el hijo por nacer?
Hola María, en primer lugar gracias por participar en el debate.
Antes de responderte, te planteo la siguiente pregunta ¿si los embriones, los espermatozoides y los óvulos tuvieran capacidad de decisión, elegirían nacer en el seno de una familia que luego los maltratará, los abandonará o los venderá como esclavos? Las células no tienen capacidad de decisión, ni conciencia de «ser», ni preferencias personales. Las células no son personas, aún no son niños, aunque puedan llegar a serlo si la madre y en segundo término el padre (según Ley) deciden que así sea. Entonces, el problema debería plantearse, desde mi punto de vista, en el momento en el que ese hijo sale del cuerpo de su madre; que es cuando empieza a ser un sujeto de derecho y cuando más necesitará que las leyes y las administraciones le protejan, puesto que nacemos indefensos y expuestos a cualquier decisión ajena a nosotros.
Cuando «se persiga» a los hombres, que abandonan a las mujeres que dejan embarazadas, con el mismo énfasis con el que «se persigue» a la mujer que aborta, quizás cambie de opinión respecto a su «derecho» a decidir en el tema de un aborto. Por el momento mi opinión personal (y entiendo que muchos no compartirán, y lo respeto) es que la mujer es la persona que en último término decide lo que hacer con ese embrión que forma parte de sus células. Ya te digo, María, que no espero que compartas lo que pienso, pero me has preguntado y te respondo.
Recibe un cordial saludo!