Cuando disfrutamos de la salud nos parece normal que la tengamos. Cuando la perdemos, haberla tenido nos parece un privilegio. Enfermar supone perder determinados beneficios que las personas sanas es posible que ni se planteen. A nivel personal, familiar, social, laboral…, hay que renunciar a demasiadas cosas como para pensar que la única causa del sufrimiento es la física.
Ante tanta perdida uno a veces no comprende, solo siente. Siente desesperanza y muy a menudo ira y rabia. La perdida de la salud que conlleva serias renuncias a nivel personal, familiar, social, laboral…, tanto para el que la sufre como para los que están cerca.
Las emociones que trae la enfermedad no tienen por qué instalarse en ti. Estos sentimientos pueden ser tuyos, pero tienen una causa, un momento en el que empezaron a surgir. Cuando apareció la enfermedad. Si hay un camino para la aceptación pasa por ser capaz de expresarlos, sean los que sean.
La elaboración de la perdida supone atravesar una serie de etapas en función de los sentimientos que predominan en cada una de ellas. Calificarlo como proceso es de suma importancia, quiere decir que evoluciona, que no pasamos de un momento a otro de la noche a la mañana. Y lo que es aún más importante, no siempre tiene por qué parecer que hay avances; a veces hay retrocesos, recaídas y tiempos de espera donde parece que nada cambia.
ETAPAS
1.CHOQUE Y NEGACIÓN
Esta es la primera etapa en el manejo de una crisis importante. Al recibir la noticia del diagnóstico la realidad da un vuelco tan grande que todo el organismo reacciona con una sacudida, una conmoción llena de sentimientos de incredulidad y rechazo.
La realidad parece un mal sueño del que tarde o tempranos vamos a despertar. Esta reacción inicial es lógica y normal. Ante una noticia tan impactante todo nuestro ser se protege hasta poder estar preparado para afrontarla.
Los sentimientos en un proceso de duelo
2. ENOJO, IRA Y RESENTIMIENTO
La rabia también suele ser parte de nuestra respuesta a la enfermedad. Se podría decir que esta rabia tiene sus raíces en:
– La frustración: Por haber perdido el control de las cosas y la impotencia ante ello. Nada ni nadie nos devuelve nuestra vida anterior.
– El resentimiento: Nosotros estamos angustiados ante una expectativa de sufrimiento y nos molesta que los demás continúen con sus ocupaciones cotidianas, como si nada hubiera sucedido.
– Miedo: Por la incertidumbre que se produce en todos los ámbitos de la persona.
Pienso luego siento. Entre el pensamiento y las emociones
3.NEGOCIACIÓN
La realidad se va imponiendo, pero estamos dispuestos a hacer lo que fuera para cambiarla. Modificar cualquier aspecto, ser mejor persona…, con tal de que se produzca un milagro y todo vuelva a ser como antes. Pensamos en una cura milagrosa, en hacer un pacto con Dios, con los médicos, lo que sea con tal de que ese diagnóstico cambie.
4.DEPRESIÓN Y DESAMPARO
En esta fase terminamos por rendirnos a la evidencia de que la enfermedad está ahí y no va a desaparecer. Irrumpen entonces sentimientos de desesperanza, desamparo, falta de interés y de ilusión por la vida, tristeza, decepción y soledad. Es una vivencia de impotencia, apatía y dejadez que resquebraja nuestra autoestima. También son frecuentes sentimientos de culpa, inutilidad y poca valía.
Este estado se refleja en una pérdida de interés por las actividades que antes nos resultaban agradables, se pierde la capacidad de sentir placer y nos alejándonos de nuestras personas cercanas replegándonos sobre nosotros. Hay personas que dejan de compararse ropa, o que ya no planean ningún viaje o salidas para dentro de un tiempo. En definitiva, podemos dejar de vivir mucho antes de que los síntomas nos obliguen a hacerlo.
¿Qué son las emociones?,¿para qué sirve lo que siento?
5.ACEPTACIÓN, RECONCILIACIÓN CON LA REALIDAD
Es prácticamente imposible estar preparado para encarar una enfermedad grave. Es una vivencia tan compleja y desconcertante que hace tambalear hasta las personalidades más fuertes. Pero de igual manera sí que es posible que conforme nos impliquemos en nuestro proceso de recuperación, y afrontemos los sentimientos que nos produce esta situación, podamos llegar a la aceptación de la nueva realidad.
El proceso de aceptar la enfermedad supone ir pasando por las distintas etapas con mayor o menor intensidad, e ir superando el reto que cada una plantea. No es una cuestión de magia o casualidad, sino de tiempo y constancia.
Aceptar la enfermedad supone reconocer que nuestra realidad ha cambiado; que tenemos que vivir un nuevo presente, el que en este momento tenemos. Y permitirnos a nosotros mismos tener una vida plena integrando la enfermedad.
La enfermedad no es nada positivo, pero quien logra adaptarse a ella introduce los cambios en su vida para usarla de forma positiva y conseguir una vida mejor. Una vida que no está detenida ni paralizada. Admitir que todavía tengo cosas por hacer señala el fin de este proceso de aceptación de la enfermedad.
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