La persona adicta al amor mide su valía en función de si cuenta o no con el amor de otra persona. La creencia contraproducente que mantiene de la idea del amor, le lleva a creer que sólo puede ser feliz y desarrollarse plenamente como persona si alguien le ama, y que lo peor que podría ocurrirle es estar sola.
Se trata de un tipo de persona dependiente que, en lugar de responsabilizarse de sí misma y de sus emociones, pretende cargar este peso sobre otra persona.
Deja su realización personal en manos de otro individuo. Su idea del amor es, en realidad, muy pobre. El amor es para ella una necesidad y no una opción.
Al no aceptar que la felicidad depende de sí misma y no de lo que otra persona esté dispuesta a hacer por ella, se convierte en un blanco fácil para la depresión. Puesto que su único vínculo con la cara amable de la vida, su único foco de satisfacción es el amor, cuando no consigue sus metas o sufre alguna desilusión en este ámbito queda desamparada, sin argumentos válidos que le den sentido a su vida.
La búsqueda desesperada del amor
Este tipo de persona suele ser víctima de su propia baja autoestima y de una idea demasiado idealizada del amor, la familia y otras instituciones sociales.
El fantasma de la soledad le aterroriza. Es en extremo enamoradiza y parece que en cada fracaso amoroso vaya a perder la vida.
Sin embargo, no siempre su amor al amor le asegura una relación amorosa estable y satisfactoria. Aunque, aparentemente, es todo amor, suele provocar más rechazo que unión.
Es bastante corriente que algunas personas se sientan, al inicio de la relación, atraídos por la dependencia de la pareja que han elegido.
No lo interpretan como un signo de debilidad o inmadurez sino como un rasgo deseable.
Sin embargo, con el pasar del tiempo, la dependencia acaba siendo una pesada carga para la pareja.
Lo que era una virtud se convierte en un defecto a veces insoportable.
En algunos casos, la relación también acaba siendo frustrante para el/la dependiente porque esperaba recuperar su autoestima mediante la unión sentimental, y esto es algo que su pareja no puede proporcionarle.
Independencia y atracción
En cambio, las personas más independientes y menos dispuestas a ligarse emocionalmente son las que despiertan mayor interés y deseo. Esto puede parecer paradójico, pero no lo es en absoluto. Es una consecuencia lógica.
Mientras que la persona adicta al amor no se interesa verdaderamente por casi nada más que no sea el amor, la persona independiente se ocupa en intereses y actividades distintas, lo cual la enriquece como persona y le proporciona diversos temas de comunicación e intercambio con su pareja.
Por una parte, la persona adicta al amor tiende a imponer un tipo de relación cerrada, absorbente y de plena dedicación mutua, que puede acabar agobiando y aburriendo a su cónyuge.
En cambio, la persona independiente mantiene lazos con otras personas fuera del ámbito del hogar, lo cual le hace sentirse, a nivel individual, satisfecha de cómo se desarrolla su vida y, a nivel de pareja, se enriquecen con el intercambio continuo de información, estímulos y experiencias que mantienen con otra gente conjunta o individualmente.
Los problemas para alcanzar una relación estable
El rechazo del que hablábamos también se manifiesta entre las personas adictas al amor, que todavía no han formado una pareja estable.
Generalmente, tienen problemas para retener a otra persona a su lado, incluso para que alguien se interese por ellas, porque de alguna manera transmiten su extrema inestabilidad. La imagen que dan es justamente la contraria a la que hipotéticamente propicia los juegos del amor y la seducción.
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