En el terreno del amor, como en cualquier otro, se pueden hacer las cosas adecuada o inadecuadamente. Como seres humanos que somos, a veces solemos cometer algunos errores al iniciar, mantener y terminar una relación afectiva.
Estas «faltas» o «fallos» pueden ser: la dependencia afectiva de otra persona, la ironía, la incomunicación, el chantaje emocional, el resentimiento, la crueldad, el ignorar al otro, las ideas irracionales, la idealización, la infravaloración de sí mismo o del otro, las expectativas irreales, los mitos, etc.
Por contrapartida, como es natural existe la manera adecuada o idónea de amar que podríamos llamar AMOR SANO. esta manera de amar puede ser referida al amor romántico, o de pareja, pero puede hacerse extensiva a las otras manifestaciones del amor, amor a los padres, a los hermanos, a los hijos, amigos, a la humanidad, a un ideal, a un estilo de vida, etc.
En definitiva, el amor sano no es otra cosa que la otra cara de las ya citadas «faltas» que solemos cometer, es decir: que el amor sano es un amor independiente, libre, gratuito, espontáneo y natural, flexible, dialogante, realista, sereno, bondadoso, etc. Veremos ahora con más detalle estas características y por qué llamarles en conjunto AMOR SANO.
Las características del amor sano
Independencia
Amamos de verdad al otro cuando respetamos sus límites y hacemos respetar los nuestros, sin agredir ni imponerlos. La independencia supone ser autónomo en las decisiones sobre sí mismo, por supuesto, teniendo en cuenta y aceptando otras opiniones diferentes. Esto quiere decir que en la medida en que cada uno tenga más claras sus propias necesidades, limitaciones, sueños, dificultades y fuerzas, y las del otro y ambos se respeten, será más fácil amarse y que esa relación resulte satisfactoria.
Es de gran importancia ser autónomos afectivamente y sobre todo en nuestras decisiones, de esta forma si yo decido por mí, libremente, me puedo hacer dueño de las consecuencias que obtenga de mis propias elecciones, soy el único responsable de mis actos, así ya no puedo caer en la trampa de hacer a los demás culpables de nuestros éxitos y nuestros fracasos. El amor sano es amor responsable.
La pareja ideal .Aprende a encontrarla y mantenerla
Cada vez que oímos a alguien decir: «es que yo sin el/ella no puedo vivir», peligro, estamos ante una persona que probablemente padece el penoso mal de la dependencia afectiva y por supuesto la otra persona también lo es, o, como mínimo es codependiente.
Decir independiente significa que cada miembro de la relación se puede autoabastecer por sí mismo, en lo económico, en lo profesional, en la salud física, en la salud emocional, entre otros. Esto implica velar por la salud, el trabajo, el estudio, el alimento, el vestido, los propios amigos o familiares, de cada uno, y no esperar que sea el otro quien se ocupe de ello.
El ser autónomos o independientes nos garantiza el sentirnos seguros de nosotros mismos y por eso mismo, nos garantiza amar desde la libertad, no desde la necesidad. Quien ama desde la necesidad no ama, sino que necesita.
Libertad
Muy cerca de la autonomía esta la libertad, amar es un acto voluntario de libertad, no se nos puede obligar a amar a alguien. El amor de verdad y duradero surge desde la propia voluntad de la persona, cuando una persona se siente presionada no ama, sino que teme; siente miedo a ser abandonado o violentado y por ello soporta la pesada carga de simular amor, como consecuencia de esto poco a poco ira surgiendo el resentimiento y el odio hacia la otra persona.
No existe una mejor fórmula para amar a alguien que permitirle elegir si te quiere amar libre y voluntariamente. Y por supuesto el que tu ames a alguien por qué quieres, y solo por eso.
Realismo
Para disfrutar verdaderamente de una relación afectiva hace falta tener los pies en la tierra. Es importante para fomentar unas relaciones satisfactorias tener en cuenta la realidad, es decir centrar las expectativas a un nivel adecuado. Es decir, que, si se centra la relación en esperar demasiado de los demás, seguramente la persona pensará que no merece la pena o que el otro o la otra es malo, podrá sentirse frustrado, decepcionado, vacío, etc, porque su compañero no se adecua al modelo de relación que él o ella esperaba como ideal.
Las expectativas adecuadas no han de ser ni muy altas ni muy bajas. Esperar demasiado del otro en una relación puede convertirse en una excusa para llamarse a sí mismo fracasado, y unas expectativas muy bajas refuerzan la baja imagen de uno mismo ya que podríamos estar diciéndonos en fin si yo realmente no valgo para más.
Como vemos los dos extremos son inadecuados. Las expectativas realistas a la hora de comprometernos en una relación, al mantenerla e incluso al acabarla, se centran en el hecho real de que la otra persona puede fallar, porque es tan humana como nosotros mismos, pero que también está capacitada para hacer bien las cosas.
De esta manera garantizamos una relación de pareja más realista, más cálida y relajada donde realmente podamos satisfacer nuestras necesidades de afecto, protección, aprecio, respeto y valoración de una manera adecuada para vivir y experimentar el amor en su mejor y más sana expresión.
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