Os presento a Rosa: Rosa es una mujer de 42 años que tiene un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad.
Los trastornos de personalidad son el cajón “de sastre” de la psiquiatría pues son tanto difíciles de identificar como de tratar.
¿Se puede cambiar la personalidad de una persona?
¿Qué quiere decir trastorno de personalidad?
¿Son los trastornos de la personalidad enfermedades, o son síntomas que surgen ante determinados tipos de personalidad?
Estas preguntas son las que se hacen los profesionales de la salud mental que intentan ayudar a Rosa. Pero ¿qué le pasa exactamente a esta mujer? A Rosa no le pasa nada y le pasa todo. Cuando Rosa era adolescente sus padres pensaban que era un poco rebelde, inestable e irritable… “como todos los adolescentes” (decían). Pero Rosa pasó a la adultez, y su conducta impulsiva, su inestabilidad emocional y su tendencia a evitar responsabilidades se mantuvieron en su manera de ser.
Rosa era enamoradiza y pasó por varias parejas, breves y no tan breves. Ella siempre había soñado con casarse de blanco y por la iglesia (aunque no era una persona religiosa), pero era su deseo más profundo y quería conseguirlo a toda costa. Así que finalmente, con tan sólo 25 años se casó con el que fue el amor de su vida (según ella), aunque apenas se conocían desde hacía 6 meses.
El primer año de matrimonio fue maravilloso para Rosa, como era la etapa de “la luna de miel” no había casi discusiones entre su pareja y ella. De la boda habían obtenido un dinero extra con el que Rosa llenó su armario con ropa de marca que siempre había envidiado en otras mujeres. Comía y cenaba en restaurantes caros y en el trabajo tenía un grupo de compañeros con los que salía los fines de semana y lo pasaba genial. Ella era la “reina de la fiesta”, era una persona muy extrovertida y simpática, incluso “un poco loca”, decían sus amigos cuando la describían (pero ellos sólo conocían a la Rosa “de buen humor”)
El segundo año de matrimonio se quedó embarazada de su hijo y las fiestas se cortaron (por exigencia de su marido). Rosa se pidió una baja laboral pues tenía un embarazo de riesgo y su estado de ánimo se resintió pronto. No sabía si eran las hormonas o estar todo el día encerrada en casa pero no soportaba cómo la hacía sentir esa situación. En esa época las discusiones entre ella y su marido aumentaron de manera exponencial. Rosa pasaba del grito al llanto con mucha facilidad, incluso lanzaba objetos que encontraba por la casa contra su sorprendido marido. Hubo un día que él llegó tarde del trabajo y Rosa empezó a sentir una oleada de ira que no supo contener así que cogió un cuchillo de la cocina y amenazó con suicidarse allí mismo si él no confesaba con qué mujer la había engañado.
El embarazo llegó a término y nació su hijo. Las cosas se calmaron por un tiempo y los primeros años de crianza fueron determinantes para que su marido decidiera divorciarse de Rosa. Pues él ya se había dado cuenta (ahora que la conocía) que se había casado con una NIÑA. Una niña caprichosa, manipuladora, mentirosa, irascible, egoísta y además (y eso fue lo que más dolió a Rosa de lo que su marido expuso en el juicio por la custodia de su hijo) “mala madre”.
— ¿¿Mala madre?? — Ella quería a su hijo con toda su alma y sólo deseaba que fuera totalmente feliz. Por eso no le obligaba a comer cuando él decía que no tenía hambre “¿¿Qué importancia tenía que un día no cenara??”. Tampoco quería que se enfadara y por eso nunca le decía que no (en lo más profundo de su ser y aunque no fuera muy consciente de ello, en realidad tenía miedo que su hijo dejara de quererla si le negaba algo). Para ella, la sola presencia de su hijo la alegraba y ni siquiera caía en detalles “nimios” como la ducha diaria o las visitas al pediatra, ir a las reuniones del colegio o preocuparse de procurarle unas rutinas estables. Eso para Rosa, simplemente, carecía de importancia.
Su marido fue (según Rosa) un auténtico cabrón en el juicio, porque contó las cosas “a su manera” y dejó por los suelos la imagen de ella. Se atrevió a decir que Rosa tomaba pastillas y alcohol de manera habitual y que había “abandonado” en varias ocasiones el hogar familiar para irse “a saber dónde y con quién”. Como Rosa había alargado la baja por más de dos años tras el nacimiento de su hijo, la empresa la había terminado despidiendo y Rosa no se había molestado en buscar otro trabajo. Se había acomodado a “no hacer nada de provecho” (palabras de su marido) y se dedicaba a ver la televisión tirada en el sofá o a chatear por internet con desconocidos. Rosa no trabajaba, no colaboraba en las tareas domésticas, no educaba a su hijo y en ocasiones, ni siquiera se levantaba de la cama. Su horario estaba completamente cambiado: dormía de día y vivía de noche. Ésta había terminado siendo la rutina de Rosa.
Lo peor de todo es que el juez le dio la razón y le otorgó la custodia a su marido (ella podía ver al niño 2 fines de semana al mes), pero la cuestión es que (según ella) su marido era tan retorcido que le había “comido la cabeza” a su hijo y éste no quería ir a verla. A ella se le partía el corazón cuando lo veía llorar al entrar en su apartamento (que se había alquilado porque había tenido que abandonar SU casa).
Tras su divorcio, Rosa se sintió tremendamente sola (y eso no lo soportaba). Empezó a salir por las noches de nuevo, bebía hasta caer inconsciente, se quedó sin dinero y empezó a robar (incluso a sus padres cuando iba a visitarlos).
Tocó fondo literalmente, dejó de comer y se intentó suicidar (esta vez de verdad). La familia de Rosa, que siempre se había mantenido al margen, entonces, lo tuvo claro: había llegado el momento de pedir ayuda.
Esta es la historia de Rosa. En ella hemos visto algunos de los síntomas característicos de la personalidad límite. La semana que viene los analizaremos detenidamente y expondremos algunas pautas de intervención y ayuda; tanto para psicólogos, como para los familiares que conviven con un trastorno de la personalidad límite.
Lo sabéis. Alguna vez, a lo largo de la vida parece que todo a terminado, no vemos salida, levantar el teléfono y saber que alguien te escucha, puede ser fundamental. Y tener alguna idea que te ponga EN MOVIMIENTO, puede ser el principio de un excelente camino..
Os aprecio, psicólogos.
Mariví
Muchas gracias Mariví por tu comentario y por tu aprecio.
Y aqui tienes tu espacio para compartir tu opinión que nos interesa conocerla.
Un saludo
Gracias Mariví por la sensibilidad que desprendes en tu comentario.
Un saludo amiga!
En Jardines de San Rafael. En mi casa se burlan de mi salud. Para andar correteando. con un brasero, de cadereyta de San Antonio
No comprendo muy bien tu comentario Jose
El que padece boderline o transtorno límite de personalidad, es una persona que es muy inestable en todos los aspectos, por cosas que para otras personas carecen de importancia se desequilibran, sobre todo emocionalmente en las relaciones interpersonales, tienen miedo a la soledad y a no tener a nadie que les quiera, un temor exacerbado a ser abandonados. Tienen cambios muy bruscos en el estado de ánimo, así como la falta de control de sus impulsos, viven todo con intensidad, y no piensan bien sus actos y sus palabras, pueden soltar barbaridades por sus bocas, sin freno al daño que puedan ocasionar, gente que le cuesta controlar la ira cuando les cambian un plan o un estado, se pueden alterar fácilmente.
Las personas con transtorno límite no tienen un filtro para frenar sus palabras, es cierto que todo el mundo tiene pensamientos malos, opiniones horribles de los demás en un momento dado, pero no las dice, se las calla, pero el boderline lo dice de forma impulsiva, instintámente tiene un odio por alguien que lo suelta y puede hacer mucho daño, pero que no lo va a sentir durante mucho tiempo más, luego se le pasa y hasta pide disculpas, por eso es tan difícil convivir con una persona así. Lo que hay que hacer es no tomárselo personalmente, no darle importancia, como si te resbalara, tomártelo con sentido del humor e ironía para mantenerse al lado de esa persona si te interesa, porque si no es completamente imposible hacerlo.
Tienen discusiones por las buenas y al poco tiempo se les ha olvidado todo, e incluso te amenazan con contar tu vida a otros para degradarte, como con hablar con exparejas tuyas y contarles intimidades y perjudicarte. Hasta pueden tener brotes psícoticos de agresividad y agresiones físicas sin que haya causas para ello… Tanto que en una relación de pareja pasan del te amo al te odio sin motivos, o con tonterías para justificarse, y luego te vuelven a amar otra vez, idealizan y luego devalúan por pocos detalles, sin más. Son excesivamente sensibles a cualquier muestra de afecto, generándose películas mentales, de enamoramientos o rechazos, que no tienen porque ser reales, es decir que solamente están en su imaginación.
Son muy fluctuantes los borderline, en cuanto a la consideración de su autoimagen, a veces se ven muy atractivos y otras se ven como horribles, no les gusta sacarse fotos para que no se les vea sus defectos y puedan ser criticados. También son muy reactivos hacia el entorno y hacia ellos mismos, suelen tener sentimientos de vacío, de aburrimiento, de no saber qué hacer, por eso molestan continuamente.
Son gente maravillosa en muchos casos, mientras piensen que no les has traicionado, porque tienen mucho miedo a ser engañados, a que les sean infieles, a que se rían de ellos, se crean sus propias paranoias y se las creen, con las relaciones pasadas de que sus amantes, que puedan volver con ellas, piensan que alguien puede estar en su contra en todo, por imaginaciones suyas, aunque luego mantengan relaciones de infidelidad con amantes, sin sentir remordimientos ni culpa por engañar a sus maridos, como algo totalmente normal o natural. Son celosas de sus amantes e infieles con sus esposos, comportamientos completamente incogruentes.
Este tipo de transtorno de la personalidad hace a la persona que lo tiene que sea bastante tóxica, es decir, que sea muy difícil convivir con ella, pero son toxicidades que no tienen solución viable, más que con medicación y terapia para sobrellevarlo mejor, porque el transtornado en la personalidad límite, tiene esta forma de ser por condicionantes géneticos y ambientales, así como el desarrollo de su infancia, que las hacen así como son.
Como en todo hay grados, que pueden ser leves, gente casi normal, o incluso severos, hasta se pueden autolesionar con cortes en brazos y piernas, tener adicciones de drogas y alcohol, prácticas de riesgo sin ganar nada a cambio, porque viven al límite y tienen más predisposición en caer en los excesos, y llegar en casos más graves, al suicidio.
ARTURO KORTÁZAR AZPILIKUETA MARTIKORENA ©